
Colegio Sor Juana Inés de la Cruz de Monterrey, A.C. Jueves 10 de febrero, 2022
VIDA DE SANTOS
“SANTA EULALIA (Virgen y Mártir)”
(Siglo IV, Su fiesta: 12 de Febrero).

Barcelona tiene como Patrona celestial de la ciudad a esta valerosa mujer que se enamoró de Jesucristo y no temió los atroces tormentos a los que fue sometida.
Pertenecía a una familia de senadores. Sus padres se llamaban Fileto y Leda, habitaban en una quinta cerca de la ciudad. Allí pasó su niñez y los primeros años de su adolescencia.
Siendo aún muy niña oyó hablar a su cristiana madre del valor de la virginidad y un día ella oró ante Jesucristo a la vez que le decía: “Señor, si me quieres feliz, concédeme que muera en la cruz como Tú”.
Nuestro Señor aceptó gustoso aquel generoso ofrecimiento.
Ella que amaba a Cristo con toda su alma y que era para las otras doncellas de su edad norma cierta de salvación por el ejemplo de sus virtudes. El Arzobispo de Milán, San Ambrosio, comentando la vida de Santa Eulalia escribió: “Su devoción y arrojo era mayor de lo que suponía su edad, y su virtud sobrepasaba cuanto cabía esperar de su débil naturaleza”…
Desde muy niña llamó la atención la gran caridad que ardía en su corazón hacia los pobres.
A todos socorría y atendía con gran cariño. Para atenderles mejor, con permiso de sus padres, vendió cuanto tenía.
Los emperadores romanos Diocleciano y Maximino se comprometieron a acabar con los seguidores de Jesucristo. Para esto, al enterarse de que en la lejana Iberia se extendía esta secta – así llamaban ellos a los seguidores del Nazareno – enviaron a acabar con ella al más malévolo y tirano de todos sus pretores.
Se llamaba Daciano. Pronto corrió la noticia por las calles de Barcelona de que había llegado aquel hombre tan infame y cruel. Eulalia sin avisar a sus padres, mientras ellos dormían, les dijo en voz muy bajita: “Adiós padres queridos, voy a morir por Jesucristo. Es Él quien me llama. Voy a ver satisfechos mis ardientes deseos de mostrarle a Jesús cuánto lo amo”.
Y marchó a presentarse ante el terrible Daciano sin haber sido llamada por él, y le dijo con gran energía:
-“Juez inicuo, ¿de esta manera tan soberbia te atreves a sentarte para juzgar a los cristianos? ¿Es que no temes al Señor que es superior a todos los emperadores y a todos los dioses falsos, y que a ti un día te juzgará y castigará de tus muchos crímenes?
Yo sé que te crees omnipotente y que tienes en tus manos el poder de la vida y de la muerte de todos los cristianos, pero no me importa. No temo a la muerte, pues sé que por su medio encontraré la vida.”
Daciano montó en furia y por su boca salieron toda clase improperios contra aquella jovencita que con tanto valor se atrevía a echarle en cara sus muchos crímenes y el castigo que le esperaba. – “¿Quién eres tú, insolente jovencilla, que te atreves a hablarme a mí sin ni siquiera haber sido llamada?”.
- Yo soy Eulalia, sierva de mi Señor Jesucristo, que es el Rey de Reyes y Señor de los que dominan… Por ello me he atrevido a venir a ti para echarte en cara tus muchos crímenes y decirte que, por más que quieras hacernos desistir de nuestra fe en Jesucristo, sólo conseguirás hacer mártires y que cada día crezcan más y más los seguidores de este verdadero y único Dios, Jesucristo. Esos dioses falsos a los que adoras y quieres que nosotros les tributemos culto, no existen y son demonios como tú mismo y con ellos arderás por los siglos de los siglos”.
Por toda respuesta ante tanto valor mandó la quitaran de su presencia y la sometieran a toda clase de tormentos, los más crueles e inhumanos…
Ella, llena de alegría exclama: -“Gracias te doy, Señor mío Jesucristo, porque finalmente me concedes la inmensa alegría de morir por Tí. Perdona mis culpas y confórtame en esta hora para que sea confusión del demonio y de sus ministros”. Y expiró.
Oh Dios, fuente de todos los bienes,
que para llevarnos a la confesión de tu
nombre, te has servido incluso del martirio
de los niños. Haz que tu Iglesia,
alentada por el ejemplo de
Santa Eulalia, Virgen y Mártir,
no tema sufrir por Ti y desee
ardientemente la gloria
del Premio Eterno.
Por Jesucristo
Nuestro Señor.
Amén.
Madre María Teresa Silva Sandoval
Directora General
Misionera Cordimariana.