SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZI

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Colegio Sor Juana Inés de la Cruz  de Monterrey, A.C.                                                             Jueves 20 de mayo, 2021.

VIDA DE SANTOS 

SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZI

 (Virgen. Se celebra el 25 de mayo)

 

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     Decía de ella el Papa San Pío X en 1908: “La Vida de Santa María Magdalena de Pazzi no es solamente un prodigio de estéril admiración, sino un vivo modelo que todos podemos y debemos en parte imitar…” Y en 1952 el Papa Pío XII: “Santa María Magdalena de Pazzi, la virgen de Florencia, brilló, más que por su nobleza, por el fervor de todas las virtudes, y, sobre todo, por su amor encendidísimo para con Dios y para con el prójimo”.

     Esta gran mujer -una de las más grandes figuras de la mística cristiana- nació el 2 de abril de 1566 en Florencia. Sus padres, nobles, se llamaron Camilo de Pazzi y Magdalena Buendelmonte. Fue bautizada al día siguiente de nacer y contaba diez años cuando recibió la Primera Comunión. Ya antes, cuando su madre comulgaba, deseaba ardientemente hacerlo ella y le decía: “Mamá, hueles a Jesús…” El 19 de abril de 1576 -a los diez años- hizo voto de virginidad y dos años después, en presencia de su madre, ya tuvo el primer éxtasis, que tan frecuentes serían a lo largo de toda su vida.

     De muy niña fue internada en las religiosas de San Juan de los Caballeros para que recibiera una esmerada educación. Allí llamó poderosamente la atención de todas las religiosas por su virtud y por las largas horas que pasaba

ante el sagrario y ante las imágenes de la Virgen María. Todas las religiosas cuando después platiquen en los Procesos para su beatificación, resaltarán los heroicos ejemplos de virtud, especialmente de mortificación, oración y caridad que aprendían de aquella niña que parecía una veterana en la escuela de la perfección más encumbrada.

El primero de diciembre de 1582 abrazaba la vida de religiosa carmelita en el Monasterio de Santa María de los Ángeles de Florencia. El 3 de enero de 1583, la joven Catalina de Pazzi, que así se llamaba, vestía el hábito de carmelita cambiando su nombre por el de Sor María Magdalena comenzando así su año de noviciado.

A primeros de mayo de 1584 le vino una rara enfermedad que amenazaba su vida. Tuvo un exceso de amor como ya le había sucedido mientras vivía en el mundo, y los superiores le permitieron que hiciera su Profesión el 27 de mayo ante un altar de la Virgen María.

Desde estas fechas su vida entra por unos caminos misteriosos y ya no cesa de recibir gracias extraordinarias de parte del Señor: Éxtasis, luces, sabiduría, dones… Los más extraordinarios fenómenos místicos recibió esta alma privilegiada, siendo la admiración de las mismas monjas y de cuantos la trataban.

Mortificaba bárbaramente su cuerpo con terribles ayunos y durísimas penitencias. Pasaba largas temporadas sin probar bocado y entregada sin descanso a la oración y trato arrobado con el Señor.

Durante estos éxtasis decía cosas maravillosas y profundos conceptos teológicos que jamás ella había estudiado. La Madre Superiora encargó a seis monjas que escribieran cuanto ella decía en éxtasis. Y de un modo muy ingenioso recogían cuantas maravillas salían de su boca que, gracias a ello, han llegado hasta nosotros. Llenan siete volúmenes de una doctrina profunda que enseñan los caminos de la más alta mística. Se llaman: “Los cuarenta días”; “Los Coloquios”; “Las Revelaciones e Inteligencias”; “La Prueba”; “La Renovación de la Iglesia”; “Avisos”; “Sentencias y Cartas” …

     Desempeñó varios cargos en la Comunidad, sobre todo, Maestra de novicias, dejando siempre destellos de santidad en los mismos. Llena de méritos, murió el 25 de mayo de 1607. Fue beatificada en 1626 y canonizada en 1669.

“Señor Dios, Tú que amas la virginidad,

y has enriquecido con dones celestiales a Santa

María Magdalena de Pazzi, cuyo corazón se abrasaba

en tu amor, concede a cuantos celebremos su fiesta,

nos permitas imitar los ejemplos de caridad y de pureza.

Amén”.

Que la Reina del Cielo

interceda ante Dios para

que siempre nos acompañe

a cada familia, y nos

enseñe a amar a su

Divino Hijo Cristo Jesús.

 

Con cariño,

Madre María Teresa Silva Sandoval

Directora General

Misionera Cordimariana.

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